Chef Andre Huerta

Soy venezolano, llegué a Barcelona con dieciocho años, en el 2000, con la idea de formarme como cocinero. Para ello me apunté en la prestigiosa escuela HOFFMAN, titulándome en el 2002. Ahí empezó la excitante aventura de una formación profesional, con el gozo de salir y formar parte del fabuloso equipo de alta cocina del AROLA. Ese fue un gran lugar para comenzar, se necesitaba mucha experiencia para acceder a tan selecta cocina, pero los buenos contactos me brindaron esa oportunidad, en la que suplí mi falta de experiencia con ganas, esfuerzo y actitud positiva.

Allí me di cuenta de que los horarios eran incompatibles con las ganas que tenía de viajar y conocer mundo, así que me planteé trabajar un año en cada restaurante que me apeteciera y después viajar por Europa para empaparme, disfrutar y conocer otras gastronomías y culturas. Estuve en restaurantes tan prestigiosos como Via Veneto, Moo, Comerç 24, Bravo 24 o Coure. También aprendí mucho viajando: por ejemplo, en Italia me encontré con una cultura gastronómica rica en procesos tradicionales, sabores y texturas; o en Francia, con su reputada cocina, vi sabores refinados e intensos, así como el significado que allí tiene el ser cocinero frente a la sociedad. También estuve en Portugal, Alemania, Suiza o Bélgica.

Durante todos estos años de arduo trabajo y sacrificio, empecé a darme cuenta que lo que era una hermosa y satisfactoria aventura se convirtió en una desdichada historia. ¿Por qué? Por una razón: la cocina es una amante espectacular pero también puede ser terrible; te puede hacer disfrutar como niño pero también desgartarte y aislarte de tus seres queridos. Después de pasar por la experiencia de tener mi propio restaurante en Ibiza, en el que desarrollé mi propia visión de lo que significa el goce de los sentidos en la cocina, y de ser consciente de que las comidas se pueden convertir en algo tan especial como lo que permita tu imaginación, me pregunté: ¿existirá alguna manera de poder hacer lo que tanto amo, sin tener que apartarme de mi familia y de todo lo que me rodea, siendo realmente feliz con lo que hago? Ese fue el momento en el que descubro que existe un mundo paralelo, el del consumo colaborativo, en el que puedo combinar mi saber culinario con el disfrutar del momento y, sobre todo, darme la oportunidad de poder hacer muy feliz a la gente cocinando y comiendo, atendiéndoles con la máxima proximidad posible.